domingo, 17 de febrero de 2013

Sacrifico mi religión en aras de la igualdad

By Trikosko, Marion S. [Public domain],
via Wikimedia Commons



Por
Jimmy Carter
(ex-presidente norteamericano 1977-1981)

(Título Original: Losing my religion for equality)
Trad. Alfredo Tepox Varela

Durante mucho tiempo las mujeres y las niñas han sido discriminadas como resultado
de una interpretación antojadiza de la Palabra de Dios.

Toda mi vida he sido un cristiano practicante. Durante muchos años he sido
diácono y maestro de Biblia. Mi fe ha sido para mí una fuente de fortaleza y de
tranquilidad, como lo es todo credo religioso para cientos de miles de personas en todo
el mundo. Por lo tanto, mi decisión de separarme de la Convención Bautista del Sur
después de una relación de sesenta años ha sido dolorosa y difícil. Sin embargo, tal
decisión ha sido inevitable ante el hecho de que los líderes de la Convención
ordenaron que las mujeres debían “someterse” a sus esposos y les prohibieron servir
como diaconisas, pastoras o capellanas en el servicio militar. Esto lo hicieron
invocando unos cuantos versículos bíblicos, cuidadosamente escogidos, y alegando
que Eva fue creada después de Adán y que era responsable del pecado original.

El considerar a las mujeres de alguna manera inferiores a los hombres no
es una visión que se limite a una sola religión ni a un solo credo. Son muchas las
religiones que impiden que las mujeres se desenvuelvan en plena igualdad con los
hombres. Lo trágico es que su influjo no se detiene ante los muros de la iglesia, ni de
la mezquita, ni de la sinagoga, ni del templo. Tal discriminación, injustificablemente
atribuida a una Autoridad Suprema, ha dado pie durante siglos a la razón o excusa que
priva a la mujer de sus derechos a la igualdad por todo el mundo.

En su expresión más repugnante, creer que la mujer debe someterse a los
caprichos del hombre es la excusa para que haya esclavitud, violencia, prostitución
forzada y mutilación genital, y para la creación de leyes que no castigan como un
crimen la violación. Pero es también el precio que tienen que pagar millones de niñas y
mujeres por perder el control sobre su propio cuerpo y su propia vida, al seguir
negándoseles el libre acceso a la educación, la salud y el empleo, y a tener influencia
dentro de sus propias comunidades.

El impacto de estas creencias religiosas afecta a todos y cada uno de los
aspectos de nuestra vida. Contribuye a explicar por qué en muchos países se educa a
los niños antes que a las niñas; por qué a las niñas se les dice cuándo y con quién
deben casarse, y por qué muchas de ellas enfrentan tremendos e inaceptables riesgos
durante el embarazo y en el alumbramiento, al no haberse atendido sus necesidades
básicas de salud.

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