jueves, 20 de diciembre de 2012

LA NUEVA CREACION “¡El mundo va a terminar! ¡Arrepiéntete!”


Dr. Juan Stam

By Miguel de Santiago (Escuela Quiteña)
[Public domain], via Wikimedia Commons
Nuestra primera reacción al oír esa frase puede ser de duda o extrañeza, porque nos suena anticientífica. Algunos creyentes cristianos que aceptan casi toda la enseñanza cristiana abrigan, sin embargo, serias dudas sobre eso de “el fin del mundo” y muchos teólogos también prefieren evadir el tema. La impresión general es que en nuestro mundo moderno, tales ideas tienen más de mito que de ciencia. No obstante, aunque muchos no se dan cuenta, las últimas conclusiones científicas están de acuerdo con la enseñanza bíblica en este tema: nuestro mundo tuvo principio y seguramente tendrá fin.

La primera evidencia en que se basa este consenso científico hoy es la segunda ley de la termodinámica.(1) En términos sencillos, esta ley indica que la energía de nuestro sistema solar va neutralizándose y al final va a quedar en lo que llaman entropía, en que toda la energía queda gastada o cancelada. Eso significa que en algún momento el mundo tuvo comienzo (lo que muchos llaman “el big bang”), ya que no se le pueden meter nuevas energías al universo. Es como cuando uno da cuerda a su reloj (de los viejos relojes, no digitales) pero no podrá nunca volver a darle más cuerda. Si todavía anda el reloj, se sabe que tuvo un principio y un tiempo finito de andar (si no, ya hubiera perdido toda la cuerda) y que va a tener fin (porque su cuerda se va perdiendo y no puede durar para siempre). Sobre esa base, las leyes de la termodinámica aun permiten estimar cuántos millones de años trae el mundo
ya de existir y cuántos le quedan de vida.
El segundo argumento científico, el de las supranovas, es aun más dramático: Nuestro sol es un horno nuclear que tiene determinada cantidad de combustible, sobre todo de hidrógeno que se mezcla con helio. Es como el tanque de gasolina del carro: si el tanque está medio lleno, se sabe que antes se había llenado y que más adelante va a quedar vacío. Y todo indica que, en cuanto a nuestro sol, no hay cómo llenar el tanque otra vez. Tarde o temprano va a quedar sin combustible nuclear.(2)

Cuando un sol se gasta, y ya no le queda combustible nuclear, le pasa un fenómeno muy interesante que se llama supranova. Ese sol queda vacío por dentro, lo que produce una implosión, un colapso hacia adentro. Y entonces, ese sol emite el calor más intenso y la luz más brillante de toda su vida, que lo hace visible desde muy lejos como si fuera una nueva estrella en el cielo. No se veía antes porque no tenía la intensidad adecuada para que su luz llegara a nuestra tierra, pero con la implosión se hace tan fuerte que brilla más que otras estrellas. Sin embargo, esa implosión es más bien el último pataleo de su muerte como estrella, para quemar sus últimos cartuchos, y ya acabada la implosión, no le queda nada.

Para nuestra tierra, eso significa que en alguna lejana época futura nuestro sol nos quemará con un calor insoportable, causado por su implosión, para después dejar por completo de calentarnos. Nuestro futuro es el de quedarnos primero “achicharrados”, por decirlo así, y después congelados. Pero afortunadamente falta mucho tiempo. El científico Isaac Asimov calcula que la implosión podría comenzar dentro de unos cinco mil millones de años para iniciar el deceso de nuestro sol. Pero el hecho parece indiscutible: nuestro sol es mortal.

1) El autor, quien obviamente no es científico, pide disculpas por la formulación simplificada de estos argumentos técnicos, con
la esperanza de reflejar fielmente su significado para nuestro tema teológico.
2 ) Un científico inglés, Hoyle, propuso que de alguna fuente podrían renovarse las energías perdidas, pero después retractó su
teoría.

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