viernes, 8 de marzo de 2013

Hugo Rafael Chávez Frías: luchador y vencedor


Por Carmelo Álvarez

Nos ha dejado Hugo Chávez. Pero nos ha dejado el testimonio de un luchador y un vencedor. Toda su vida es una gran parábola de búsquedas y riesgos. Y entregó íntegramente todas sus energías a promover la revolución bolivariana. Ello incluía la apropiación y visión del gran proyecto de la Patria Grande que Simón Bolívar soñó. Me atrevo a decir que Hugo Chávez lo encarnó con la recia determinación de ser heredero de ese legado revolucionario del Libertador.

Hugo Chávez es una figura irrepetible. Su carisma y sabiduría natural es reconocida aún por sus detractores. Estar en su presencia provocaba por lo menos dos reacciones inmediatas: admiración y respeto. La sensación, además, era que Chávez te tomaba muy en serio. Y quería aprender algo nuevo. En dos ocasiones pude comprobarlo.
Parte de estas dimensiones de luchador y vencedor se plasman en una fe inquebrantable. Tanto en su dimensión religiosa como en su dimensión política. La férrea voluntad al expresar y defender sus convicciones lo atestigua. Hubo quienes intentaron deslegitimar la sinceridad de su fe religiosa. Para mí ello era imposible. Lo voy a decir con mi lectura teológico-pastoral: Hugo Chávez mostraba y transparentaba una gran espiritualidad. Ello incluía su confesión pública y expresa de creyente en Jesucristo. ¡Y un dominio de la Biblia y los temas teológicos como muy pocos políticos!

Aún más, creo que esa profunda fe cristiana lo sostuvo hasta el final. Todo lo que hacía estaba impregnado de entusiasmo, visión, determinación y sacrificio. Creo, sin llegar a equivocarme, que presagió los límites de su existencia terrenal y apuró con fuerza lo que deseaba plasmar como proyecto de plena liberación para su pueblo. En ello mostró un amor supremo a la patria, concretado en gestos y actitudes que no dejaban lugar a dudas de su inquebrantable compromiso con ese sueño bolivariano que el abrazó y que lo abrazó a Hugo Chávez para siempre. Ha resucitado con Cristo el Señor, lo afirmo y lo creo.

Hugo Chávez mostró siempre el sentido del destino y la urgencia. Sentía que había algo superior y distinto que lo guiaba hacia un proyecto político que denominó la revolución bolivariana y con el contenido ideológico-político de lo que llamó el socialismo del siglo XXI. Sabía esperar y sabía avanzar, pero estaba urgido en ver resultados concretos de justicia, bienestar y “la mayor felicidad posible”, como dijera el Libertador Simón Bolívar, para todos y todas los venezolanos.

Chávez tenía un gran parecido con el Papa Juan XXIII, cuyos biógrafos y colaboradores cercanos señalaban la constante urgencia de que se apuraran los procesos porque su salud mermaba. Juan XXIII creía que le quedaba poco tiempo para completar su proyecto de renovación y reforma de la Iglesia Católica. Chávez creyó que lo importante no era necesariamente el tiempo que le pudiera quedar sino el legado que deseaba dejar para que el pueblo lo asumiera plenamente: “Chávez somos todos”. El proyecto bolivariano, su realización y su destino tienen que afirmarse en la conciencia de pueblo y en el corazón del pueblo. Y Chávez creyó en el pueblo y vive en el corazón del pueblo. Eso nadie lo podrá borrar ni negar.
Chávez fue el gran impulsor de la integración latinoamericana y caribeña. Eso lo han reconocido políticos que no coincidían necesariamente con su ideología política, pero vieron y supieron de primera mano la importancia de la CELAC, el ALBA y PETROCARIBE como proyectos regionales para impulsar aquella integración y que propiciaron espacios de unidad, consenso y trabajo en conjunto.

Chávez acuñó una frase que lo sostuvo en los últimos dos años: ¡Viviremos y venceremos! La consigna es mucho más que una frase política. Tiene la impronta de un espíritu luchador que amó la vida intensamente y sintió que ya había vencido porque sabía que su destino está asegurado en la historia y en la memoria de Dios.

Tenemos la convicción más profunda de que Venezuela saldrá de este trance difícil con mayor determinación luchando hacia un destino que Hugo Rafael Chávez Frías marcó con su propia lucha y venciendo muchos obstáculos. Su vida es ejemplo esencial en los retos que ha de confrontar a la revolución bolivariana en los próximos meses. Afirmar aquella propuesta por la cual Hugo Chávez gastó su vida es el más gran reconocimiento y honor que Hugo Chávez puede recibir del pueblo que tanto amó. Vivir y vencer es la consigna.


Artículo e imagen tomados de la revista  Lupa Protestante

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